26 de febrero del 3.019 de la TE
- Esta zona del Anduin es perfecta para descansar – mi compañero Adnor estaba realmente cansado y cualquier zona le parecería perfecta.
- No está mal, pero ahí algo en el ambiente que no me acaba de gustar – exclamé mientras echaba una ojeada a lo largo del río.
Paramos a descansar en Amon Hen antes de seguir hasta las bocas del Enteaguas. Nuestro camino llegaría hasta la desembocadura del primer brazo para seguir el río arriba y desviarnos en el río Nevado, que nos guiaría directamente hasta Édoras. Nuestra fortuna aumentaría si por el camino pudiéramos encontrar a Eomer o alguno de sus jinetes para acelerar el encuentro con Theoden.
- Sea lo que sea lo que te perturba, va a tener que esperar a que nos hayamos repuesto. Estoy famélico. Vamos Atha, ¿quién va a buscar a tres montaraces perdidos?
- Por mucho que insistas, Natnos, no estamos perdidos. Siguiendo el río ¿cómo vamos a perdernos? ¿verdad Adnor? – busqué la aprobación de mi compañero, pero éste estaba demasiado cansado para debatir.
- ¿Alguien me pasa un poco de lembas?
- ¡Vamos Adnor! – le intentó animar Natnos – Pareces una vieja gondo….
- ¡Callaos! He oído algo – desenvainé la espada y acerté a ver un ser oscuro y corpulento corriendo entre los árboles no muy lejanos.
- ¿Qué has visto? – preguntó Adnor mientras se levantaba con cierta torpeza y buscaba su arco.
- No lo sé, pero juraría que el propi…
No pude terminar la frase cuando una flecha pasó silbando cerca de Adnor, que atinó a coger su espada. Antes de que nos diéramos cuenta una veintena de Uruks nos había rodeado y nos atacaba sin piedad. “¡El mediano! ¡Coged al mediano!” se escuchaba en una voz ronca y áspera. No sabía quienes eran, ni que querían, ni porque se detendrían a atacar a tres montaraces cuando ellos nos superaban perfectamente en número. Mientras intentaba defenderme atisbé varios grupos más bajando hacia otra zona cercana al río. No teníamos nada que hacer. Adnor tenía ensangrentada la cara y luchaba de rodillas pudiendo mover un solo brazo. Natnos ya yacía muerto junto a nuestras escasas pertenencias que ahora estaban desperdigadas y desperdiciadas. Yo conseguí matar a algunos de los que me asediaban, pero mis heridas no vaticinaban un buen final. Sin saber el motivo, empecé a gritar pidiendo auxilio. Nadie me escucharía y seguramente lo único que conseguiría era atraer más la atención del resto de Uruks que ya habían terminado con mis amigos.
Cuando ya veía el fin, escuché palabras en una lengua familiar. ¡Élfico! Un elfo con un arco y una elfa blandiendo una espada corrían hacia mí, seguidos por un Enano que no dejaba de gritarles “¡queréis hablar en una lengua que os entienda!” junto con un par de palabras en su propio idioma. Esa visión me devolvió fuerzas y conseguimos acabar con el grupo que nos atacó.
- ¿Quién sois? ¿Qué hacéis en estas tierras caminando solo? – me preguntó la elfa, aun jadeante.
- Me llamo Athalas, voy hacia el sur en una misión encomendada por Elrond.
- ¿Otro montaraz con misiones de Elrond? Parece que el viejo elfo tiene más de una compañía a su cargo. Por cierto, mi nombre es Gimli, hijo de Gloin. Esta bella elfa es Crisdúril y el orejas picudas es Legolas, del Bosque Negro.
- Yo soy Athalas, hijo de Eguilior, llamado El Extraño, señor enano. ¿Habéis dicho otro montaraz?
- Si, con nosotros viaja Aragorn, heredero de…
- ¡¡El heredero de Gondor!! – no le dejé acabar la frase al elfo.
- ¿Conocéis a Aragorn? – me preguntó sorprendida Crisdúril.
- No, pero soy gran amigo de Faramir, el hijo del senescal y tengo conocimiento de él.
- ¡Por todos los reyes! Boromir viaja también con nosotros. Creo que deberías unirte a nuestra compañía, joven Athalas, ya que pareces estar familiarizado con parte de ella. Y además no nos vendría mal un par de manos más, sobre todo después de la muerte del mago.
- ¿Mago? ¿qué mago ha muerto? Me encantaría poder ayudaros, pero mi camino me lleva a Rohan, debo encontrarme con Theoden. Me dirigía hacia allí cuando los Uruks nos asaltaron a mis dos compañeros y a mí. Por desgracia mis compañeros no sobrevivieron.
Al decir esto quise dirigir mis pasos hacia donde yacían mis amigos, pero un cuerno sonó y me llamó la atención. Conocía ese sonido, es más, yo había soplado años atrás ese mismo cuerno jugando con Faramir y su hermano. Rápidamente eché a correr hacia donde se escuchaba el vibrar del cuerno, pero por el camino salieron a nuestro encuentro más Uruk. Cuando llegamos al origen del sonido encontramos a Boromir con tres flechas incrustadas en su pecho. Aragorn, arrodillado junto a él, lo despedía de este mundo. Nos acercamos y nos quedamos juntos durante un tiempo. Lloré como amigo por su muerte y por lo que su hermano y su padre sentirían al conocer dicha noticia.
Después de un tiempo de silencio, nos reunimos para hablar. Pude conocer a Aragorn. Les informé de mi viaje y ellos me informaron del suyo. Debido a mi amistad con Gandalf decidieron hablarme del anillo y de Frodo. Mi cabeza nadaba en un mar de confusión. Tenia que hacerme a la idea de la perdida de mis amigos, de Boromir y de Gandalf, tenia que creerme el hallazgo del Anillo de Poder, el retorno del que fuera un rey exiliado y todavía tenia que acabar la misión que me encomendó Elrond.
- ¿Qué harás ahora? – se interesó la elfa.
- Tengo que terminar lo que se me encomendó, pero el mensaje que llevaba a Theoden ha sido destruido, junto con mis pertenencias. Estoy cansado, herido, sin nada. Mis compañeros han muerto, Boromir y Gandalf también. Me gustaría regresar a mi hogar y poder dar las noticias a las familias.
- Por favor ven con nosotros, necesitamos más gente y no te convendría andar solo.
- Crisdúril tiene razón, Athalas. Conoces nuestra misión y me gustaría poder tener más conversaciones contigo. – Aragorn se mostró muy amable en sus palabras.
- Me encantaría acompañar a mi rey, pero deseo volver a Minas Tirith.
Y así fue. Enterré a Adnor y Natnos, conseguí algo de alimento y me despedí de los nuevos conocidos. Ellos se encargarían del cuerpo de Boromir y yo de su memoria. De vuelta a mi hogar. De vuelta a la Ciudad Blanca. Aunque no esperaba que mi regreso se pospondría más de lo esperado.
Dedicado a Cris. Muchas gracias por tu esfuerzo y cariño. No pierdas nunca tu sonrisa.
- Esta zona del Anduin es perfecta para descansar – mi compañero Adnor estaba realmente cansado y cualquier zona le parecería perfecta.
- No está mal, pero ahí algo en el ambiente que no me acaba de gustar – exclamé mientras echaba una ojeada a lo largo del río.
Paramos a descansar en Amon Hen antes de seguir hasta las bocas del Enteaguas. Nuestro camino llegaría hasta la desembocadura del primer brazo para seguir el río arriba y desviarnos en el río Nevado, que nos guiaría directamente hasta Édoras. Nuestra fortuna aumentaría si por el camino pudiéramos encontrar a Eomer o alguno de sus jinetes para acelerar el encuentro con Theoden.
- Sea lo que sea lo que te perturba, va a tener que esperar a que nos hayamos repuesto. Estoy famélico. Vamos Atha, ¿quién va a buscar a tres montaraces perdidos?
- Por mucho que insistas, Natnos, no estamos perdidos. Siguiendo el río ¿cómo vamos a perdernos? ¿verdad Adnor? – busqué la aprobación de mi compañero, pero éste estaba demasiado cansado para debatir.
- ¿Alguien me pasa un poco de lembas?
- ¡Vamos Adnor! – le intentó animar Natnos – Pareces una vieja gondo….
- ¡Callaos! He oído algo – desenvainé la espada y acerté a ver un ser oscuro y corpulento corriendo entre los árboles no muy lejanos.
- ¿Qué has visto? – preguntó Adnor mientras se levantaba con cierta torpeza y buscaba su arco.
- No lo sé, pero juraría que el propi…
No pude terminar la frase cuando una flecha pasó silbando cerca de Adnor, que atinó a coger su espada. Antes de que nos diéramos cuenta una veintena de Uruks nos había rodeado y nos atacaba sin piedad. “¡El mediano! ¡Coged al mediano!” se escuchaba en una voz ronca y áspera. No sabía quienes eran, ni que querían, ni porque se detendrían a atacar a tres montaraces cuando ellos nos superaban perfectamente en número. Mientras intentaba defenderme atisbé varios grupos más bajando hacia otra zona cercana al río. No teníamos nada que hacer. Adnor tenía ensangrentada la cara y luchaba de rodillas pudiendo mover un solo brazo. Natnos ya yacía muerto junto a nuestras escasas pertenencias que ahora estaban desperdigadas y desperdiciadas. Yo conseguí matar a algunos de los que me asediaban, pero mis heridas no vaticinaban un buen final. Sin saber el motivo, empecé a gritar pidiendo auxilio. Nadie me escucharía y seguramente lo único que conseguiría era atraer más la atención del resto de Uruks que ya habían terminado con mis amigos.
Cuando ya veía el fin, escuché palabras en una lengua familiar. ¡Élfico! Un elfo con un arco y una elfa blandiendo una espada corrían hacia mí, seguidos por un Enano que no dejaba de gritarles “¡queréis hablar en una lengua que os entienda!” junto con un par de palabras en su propio idioma. Esa visión me devolvió fuerzas y conseguimos acabar con el grupo que nos atacó.
- ¿Quién sois? ¿Qué hacéis en estas tierras caminando solo? – me preguntó la elfa, aun jadeante.
- Me llamo Athalas, voy hacia el sur en una misión encomendada por Elrond.
- ¿Otro montaraz con misiones de Elrond? Parece que el viejo elfo tiene más de una compañía a su cargo. Por cierto, mi nombre es Gimli, hijo de Gloin. Esta bella elfa es Crisdúril y el orejas picudas es Legolas, del Bosque Negro.
- Yo soy Athalas, hijo de Eguilior, llamado El Extraño, señor enano. ¿Habéis dicho otro montaraz?
- Si, con nosotros viaja Aragorn, heredero de…
- ¡¡El heredero de Gondor!! – no le dejé acabar la frase al elfo.
- ¿Conocéis a Aragorn? – me preguntó sorprendida Crisdúril.
- No, pero soy gran amigo de Faramir, el hijo del senescal y tengo conocimiento de él.
- ¡Por todos los reyes! Boromir viaja también con nosotros. Creo que deberías unirte a nuestra compañía, joven Athalas, ya que pareces estar familiarizado con parte de ella. Y además no nos vendría mal un par de manos más, sobre todo después de la muerte del mago.
- ¿Mago? ¿qué mago ha muerto? Me encantaría poder ayudaros, pero mi camino me lleva a Rohan, debo encontrarme con Theoden. Me dirigía hacia allí cuando los Uruks nos asaltaron a mis dos compañeros y a mí. Por desgracia mis compañeros no sobrevivieron.
Al decir esto quise dirigir mis pasos hacia donde yacían mis amigos, pero un cuerno sonó y me llamó la atención. Conocía ese sonido, es más, yo había soplado años atrás ese mismo cuerno jugando con Faramir y su hermano. Rápidamente eché a correr hacia donde se escuchaba el vibrar del cuerno, pero por el camino salieron a nuestro encuentro más Uruk. Cuando llegamos al origen del sonido encontramos a Boromir con tres flechas incrustadas en su pecho. Aragorn, arrodillado junto a él, lo despedía de este mundo. Nos acercamos y nos quedamos juntos durante un tiempo. Lloré como amigo por su muerte y por lo que su hermano y su padre sentirían al conocer dicha noticia.
Después de un tiempo de silencio, nos reunimos para hablar. Pude conocer a Aragorn. Les informé de mi viaje y ellos me informaron del suyo. Debido a mi amistad con Gandalf decidieron hablarme del anillo y de Frodo. Mi cabeza nadaba en un mar de confusión. Tenia que hacerme a la idea de la perdida de mis amigos, de Boromir y de Gandalf, tenia que creerme el hallazgo del Anillo de Poder, el retorno del que fuera un rey exiliado y todavía tenia que acabar la misión que me encomendó Elrond.
- ¿Qué harás ahora? – se interesó la elfa.
- Tengo que terminar lo que se me encomendó, pero el mensaje que llevaba a Theoden ha sido destruido, junto con mis pertenencias. Estoy cansado, herido, sin nada. Mis compañeros han muerto, Boromir y Gandalf también. Me gustaría regresar a mi hogar y poder dar las noticias a las familias.
- Por favor ven con nosotros, necesitamos más gente y no te convendría andar solo.
- Crisdúril tiene razón, Athalas. Conoces nuestra misión y me gustaría poder tener más conversaciones contigo. – Aragorn se mostró muy amable en sus palabras.
- Me encantaría acompañar a mi rey, pero deseo volver a Minas Tirith.
Y así fue. Enterré a Adnor y Natnos, conseguí algo de alimento y me despedí de los nuevos conocidos. Ellos se encargarían del cuerpo de Boromir y yo de su memoria. De vuelta a mi hogar. De vuelta a la Ciudad Blanca. Aunque no esperaba que mi regreso se pospondría más de lo esperado.
Dedicado a Cris. Muchas gracias por tu esfuerzo y cariño. No pierdas nunca tu sonrisa.