8.10.08

De mi llegada a Rivendel y mi conversación con Elrond (II)

- Mi señor, solo soy uno más en mi pueblo, quizás sobresalga por mi habilidad con el arco, pero en el resto de mi no hay nada especial.
- Aun así el mago me habló de ti y de que te buscara por las tierras de los Medianos en caso de gran necesidad. No llegó a decirme el motivo, pero me aseguró que puedes aportar gran ayuda en estos días si al final se vuelven más oscuros. Y ¡heme aquí la sorpresa! en vez de buscarte te presentas a las puertas de mi casa.
- Fuimos atacados por Nazgûl en las fronteras de La Comarca. Nuestro capitán, Halbarad, partió pocos días atrás y nos encontrábamos desorientados y sin órdenes. Decidí por mi cuenta venir en busca de consejo, ya que Mithrandir también me aconsejó venir en vuestra búsqueda en caso de gran necesidad.
- Vaya, parece que el viejo mago siempre anda tejiendo sus artimañas. Ya que estas aquí, ¿qué puedo hacer por vosotros?
- Sólo dadnos órdenes y enviadnos a donde seamos útiles. Mis compañeros y yo somos gente de batalla, quedarnos quietos en ciudad reconforta, pero demasiado tiempo nos hace inquietar. ¿Volvemos a La Comarca?
- No. Dudo que esas tierras sigan estando en peligro. Ahora el mal tiene fijo su mente en otras tierras. El pueblo de los Hombres os necesita más que los Medianos. Halbarad estuvo aquí hace pocos días y estuvimos hablando.
- ¿Halbarad? ¿Qué noticias tenéis de él?
- Partió el mismo día que vosotros llegasteis, se encaminó a Lothlorien. La Dama del Bosque le requería. Después volverá, quiere reunir a cuantos de los vuestros le sea posible para partir al sur.
- ¿Debemos partir al sur entonces?
- No creo que se demore mucho en su vuelta. Me tranquilizaría más que os quedarais aquí y que os encuentre a su regreso. Salir hacia el sur ahora puede hacer que no os encontréis por el camino y su búsqueda se prolongue. Sin embargo, también me gustaría poder contactar con el pueblo de Rohan. Necesito tener noticias de Theoden y comprobar el estado de su reino, el mal le acechará dentro de poco.
- Partiremos entonces hacia Rohan, si así nos lo ordenáis.
- Partid, pero sólo tu y dos compañeros tuyos, a tu elección. Un pequeño grupo pasará más desapercibido. Pasaros mañana al amanecer por aquí y os daré las instrucciones y el mensaje que quiero enviar. El resto haz que se queden en Rivendel. Serán bien acogidos y dentro de poco vuestro capitán regresará con noticias.
- Así se hará, muchas gracias mi señor. Si no necesitáis nada más de mí, iré a dar la noticia a mi gente.
- Esperad, me tiene en gran curiosidad saber que tipo de ayuda especial puedes ofrecerme, tal como me dijo Gandalf.
- Tomadme en serio cuando os digo que yo mismo me he sorprendido cuando me habéis contado las palabras del mago. – Mentí, o al menos eso creo. Intuía que algo tenia que ver con la palantir, si no ¿por qué iba Gandalf a hablarle de mi al Señor de los elfos? Si él mismo no la había mentado, no iba a ser yo menos, sobretodo cuando no percibía ese gran momento de ayuda todavía.

A la mañana siguiente, tal y como me habían ordenado, pasé por la habitación de Elrond junto con Adnor y Natnos, los que elegí mis compañeros. El resto se quedarían esperando a Halbarad. Elrond nos indicó el camino a tomar, nos aprovisionó con víveres y ropaje y nos entregó un sobre lacrado con un mensaje para el rey Theoden. Así fue como partimos hacia el sur.

7.10.08

De mi llegada a Rivendel y mi conversación con Elrond (I)

26 de febrero del 3.019 de la TE

- Esta zona del Anduin es perfecta para descansar – mi compañero Adnor estaba realmente cansado y cualquier zona le parecería perfecta.
- No está mal, pero ahí algo en el ambiente que no me acaba de gustar – exclamé mientras echaba una ojeada a lo largo del río.

Viajaba en compañía de dos amigos, Adnor y Natnos. Los tres habíamos montado guardia en La Comarca desde mediados del 3.017 hasta que el 23 de septiembre del pasado año unos jinetes negros se adentraron en nuestras tierras y acabaron expulsándonos. Unos pocos volvimos a Rivendel en busca de consejo y nuevas órdenes, ya que Halbarad, nuestro capitán, partió poco tiempo atrás sin decirnos el motivo de su viaje.

Una vez en la casa de Elrond fuimos acogidos con amabilidad. La noche siguiente a nuestra llegada, y mientras conversábamos con un viejo hobbit, un elfo de la guardia nos invitó a acompañarlo. Éramos ocho los que nos encontrábamos en ese momento en la ciudad élfica, pero al llegar a las puertas de una estancia el guardia se volvió y nos espetó:

- Sólo aquél a quien llamáis El Extraño puede pasar. Orden del propio Elrond.
- ¿Y por que Athalas tiene ese privilegio? – acabó hablando Esbolel, después de estar unos segundos mirándonos fijamente entre todos.
- Orden directa del propio Elrond – se limitó a responder el elfo.

Aquella audiencia privada no me agradaba, pero si el Señor de los elfos quería verme sólo a mi, algo debía ocurrir, ya que nunca tuve el honor de conocerlo en persona y dudaba mucho que él supiera siquiera mi nombre.

- Tranquilos, todo va bien. Entraré yo solo, esperadme cerca.

El elfo esperó a que mis compañeros se retiraran un poco para acercarse a la puerta y decir unas palabras en su lengua. Desde el otro lado se escuchó un pequeño cruce de palabras entre las que pude identificar mi nombre.La puerta se abrió. Elrond, sentado en un gran sillón, se levantó al verme y me invitó a acercarme a una mesa.

- Debes de ser alguien muy valioso, Athalas, hijo de Eguilior, para que Gandalf te tenga en tan buena estima.

5.10.08

De cómo supe mi identidad y del comienzo de mi verdadera aventura.

A los pocos días había quedado con Faramir y me quedé dormido. Mi madre me despertó, mi compañero de aventuras había preguntado en casa por mí y ella le hizo entrar. Estuvimos un rato charlando en mi habitación mientras me preparaba cuando escuché que otra persona entraba en mi casa. Tenia la voz de un anciano, pero tenia fuerza y había algo en ella que animaba los corazones. A Faramir se le abrieron los ojos al oír al anciano y salio corriendo de mi habitación:

- ¡Mithrandir! – exclamo Faramir al verle – ¿Que hacéis aquí?
- ¡Joven hijo del senescal! No me imaginaba encontrarte por esta casa.
- Es la casa de mi amigo Athalas – dijo Faramir mientras yo salía de mi habitación tímidamente y miraba toda la escena estupefacto.
- Gandalf, este es mi hijo Athalas - rompió a hablar mi padre - Ya que hemos podido reunirnos aquí me gustaría comentarte cierto asunto.

Gandalf había venido a visitar a mi padre para informarle de la situación en La Comarca y de la necesidad de mantener vigilancia en esas tierras. No venia a pedirle que fuera él personalmente, pero el viejo mago se sentiría más tranquilo si así lo hiciera. Aprovechando que yo estaba en casa aun y que me encontré con ellos, mi padre decidió hablarle de la palantir. Con el paso del tiempo y mi madurez empezaría a entender correctamente todo lo que aconteció en esos días. Mi padre no quería revelar a nadie el hallazgo de la piedra de Osgiliath, pretendía utilizarla para el bien de los Montaraces y preservarla en secreto. No puedo entender que razón le llevaría a semejante acto de egoísmo, pero el poder es un arma que corrompe. Al menos supo reaccionar a tiempo y decidió contarle a Gandalf todo lo que ocurrió esa tarde en el río.

Nos sentamos a la mesa Gandalf, mi padre y yo. Faramir se quedó de pie y una mirada de mi padre le hizo comprender que tenía que marcharse. Pero el mago le retuvo, me miró a los ojos y le dijo a mi padre:

- Deja que se quede, es buen chico, mucho mejor de lo que aparenta y de todas maneras, tu pequeño Dúnadan se lo contará en cuanto estén a solas.

Esa pequeña intervención me hizo erizar la piel por dos motivos: porque me leyó el pensamiento y porque me llamo Dúnadan. No pude prestarle mayor importancia porque enseguida apareció mi madre con la esfera de cristal para mostrársela a Gandalf y empezamos una larga conversación sobre lo ocurrido, mis visiones y futuros planes de viajes.

La conversación con Gandalf duró hasta bien entrada la noche y al partir insistió en acompañar a Faramir a su casa con el pretexto de querer visitar a su padre, pero en realidad lo que quería el mago era asegurarse de que no soltara palabra de lo que había oído. En la mente de aquel muchacho de 18 años se habían introducido cosas nuevas como el hallazgo de la palantir de la tierra que en un futuro debería defender y que yo defendería con él, el crecimiento del poder de Sauron, la posible traición de Saruman y la necesidad de montaraces en el norte. Mi madre no habló en todo el día, pero en este último tema intervino para rogar al mago que no le pidiera a su marido que partiera a esas tierras, al menos no todavía, que no había recuperado todas sus fuerzas. Y a ese acuerdo llegaron. Mi padre partió a principios del año 3.001 de la TE hacia La Comarca junto con un pequeño destacamento de los suyos, dejando a su compañero Beler al cargo de los que se quedaban al sur.

Respecto a la palantir, Gandalf decidió que se quedara en mi casa, a salvo. Si era verdad lo que yo había visto, el poder de Sauron se estaba volviendo cada más fuerte si había conseguido utilizar una de las piedras. Por suerte, o por desgracia, la palantir de Osgiliath era una de las grandes y podía intervenir en las conversaciones que se mantuvieran entre las piedras pequeñas, cosa que ocurrió en mi presencia al hallarla en el río.

Desgraciadamente mi padre no sobrevivió a un ataque de trasgos al intentar cruzar el Paso de Rohan y antes de que finalizara la primavera de aquel año me fue revelado todo cuanto soy. Y heme aquí, Athalas El Extraño, hijo de Eguilior, perteneciente al pueblo de los Dúnedain, a mediados de febrero del año 3.019 de la TE, buscando el camino a casa cerca de los Saltos de Rauros después de haber montado guardia en La Comarca durante años y haber sido expulsado junto a algunos compañeros míos por un ataque de los jinetes negros en las fronteras de las tierras hobbits.